En su interior se transforma hidrógeno en helio. Sólo así puede explicarse que brille desde hace miles de millones de años sin haber perdido una cantidad apreciable de materia.
El sol es cualquier cosa menos una estrella tranquila. Testimonio de ello son esas llamaradas gigantescas de sus protuberancias que se alzan a decenas de miles de kilómetros sobre el borde del disco incandescente.
La antiguedad tributo al sol honores divinos. Los Griegos lo tenían por un metro escaso de diámetro. Cuando el filósofo Anaxágoras, hacia el año 450 a.C. expuso que el sol debería ser mayor que el Peloponeso, fue expulsado de Atenas. Y todavía muchos siglos más tarde, al empezar a imponerse la idea del Sol como centro del sistema planetario, tenían los astrónomos ideas muy poco precisas de la magnitud y forma de nuestro astro rey.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario